sábado, 3 de octubre de 2015

El manicomio de la soledad



Hoy me desperté sin muchas ganas, 
ganas de que? tampoco lo se. 
Me senté al borde de la cama 
y puse en el piso frio mis pies. 

Les deje a mis penas las pantuflas 
les cedi la bata y al baño las mandé 
que se dieran una buena ducha 
para imaginar que así las purifique.

Casi dormido a la pecera mire 
todavía allí estaba sin haberse marchado 
la sirena azul que en el mar yo capture. 
Nadaba desnuda sin sentir la pena 
de las miradas que le brinde . 


Me distrajo el soplido sin tanto ruido 
de la soledad que anoche deje, 
encerrada y bajo llave castigada en casa. 
Alcoholizado y con la resaca 
de ella no me acordé 
que memoria la mía, con su ocurrencia 
de traerle de nuevo justo a mi costado.

No se me ocurrió algo más 
que acariciarle las rodillas 
y aceptar sus pesadillas, 
que consigo suele traer. 

Pensé en el gato, pero recordé 
ni felino, ni perro que ahora me ladre 
si no soy de animales
ni siquiera un perico con quien platicar. 

Que mañana la mía, está de locura, 
sintomatologías de la propia vida
en franca soledad y sin compañía 
la que el calor ha derretido y el invierno 
congeló. 


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